viernes, 9 de enero de 2015

Confesión.

Me destruí
a mi misma 
en el intento de llenar con mentiras 
los vacíos que yo misma había creado.
Ansiosa de encontrar felicidad

me humillé 
hasta el punto más bajo que me era posible llegar.
Dejé de lado mis sueños,

mis angustias,
mi sonrisa, mi propio ser.
Entregué mi alma,

mis ilusiones y cada aliento de vida hasta los huesos,
cualquier cosa que considerara mía ya no me pertenecía más.
Entregué noches completas de llanto, 

de desvelo,
y en muchas ocasiones hasta mis pocas ganas de vivir... 
Esas mismas que me eran devueltas con tan sólo un saludo o una sonrisa.
Muchas veces soporté dolor 

sólo por seguir aferrada a lo que amaba.
El ser ignorada,

y destrozada emocionalmente,
mendigando un poco de amor.
Llegué al punto de querer renunciar a mi vida,

a lo que alguna vez habría querido en mi futuro, a mi propio ser.
Fue el simple hecho de ya no pertenecer a mi misma,

llegue hasta el fondo, hasta perderme en un punto sin retorno.
Reducí mi existencia al sólo hecho de respirar y sobrevivir.
Hasta sentir lástima de mi misma, 

viéndome allí tirada en el suelo ahogándome en mi propio llanto, 
en mis gritos silenciados, desconsolada y absolutamente sola.
Sin un dejo de esperanza para vivir,

sin una sonrisa,
sólo escribiendo para no morir dentro de mis pensamientos.
Tan diminuta, frágil y pequeña. Tan rota..
Es así como me destruí,

perdí mi horizonte, 
mi paz y mi propio amor, o lo poco que tenía.
Es así como he sobrevivido,

diciéndome a mi misma que en algún momento todo estará bien.
Y ahora sólo me queda escribir..


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